De vuelta

Hacía mucho que no era capaz de plasmar ningún sentimiento ni pensamiento en este rinconcito.
La semana pasada, lo intenté varias veces, pero no conseguía arrancarme a mi misma nada que no fuesen lamentos y desgana. Decidí que lo mejor era esperar, y guardarme dentro lo que me hace sentir la bajada de la montaña rusa de mi vida, que si no luego me dice mi querido Greg, que me quejo mucho ;)
Ahora estoy tranquila, intentando volver a acostumbrarme a la rutina, después de unos diítas en Cadiz, que a lo bueno, una se acostumbra enseguida, pero a lo malo, cuesta más...
Hablaré de mi viaje, o bueno, de mi manera de vivir nuestro viaje...
Cadiz está lejos, muy lejos, a unas siete horas en coche más o menos, el problema, es que la distancia se alarga cuando todos decidimos salir de Madrid, el mismo día y la misma hora, a si que, lo que pudieron ser siete horas de coche, musica, y conversación, se convirtieron en algo más de doce horas de coche, musica, conversación, atasco, desesperación, y alguna cosa más que ahora no viene a cuento,parecía que no íbamos a llegar nunca...
A las dos de la mañana, muertos de cansancio, llegamos a la casita barbateña, nadie sabe lo que se ansia ese momento después de un viaje tan largo, aun así, al menos para mí, mereció la pena.
El primer día lo dedicamos a ver un poquito Barbate tranquilamente, que aunque no es un pueblo precioso, tiene bonitos detalles escondidos entre sus diminutas calles, y luz, como todos los pueblos de Cadiz, mucha luz.Era el primer día y yo practicamente había olvidado casi todos mis malos rollos.
Por la tarde, fuimos a visitar Vejer, un pueblo precioso, que tenía muchas ganas de que Adolfo conociese, creo que le gustó.

Vagando por sus callecitas, encontramos el bar Trafalgar, que está en la calle que tiene el mismo nombre, es un sitio muy acogedor, pequeño, decorado como si de un barco se tratase, altamente recomendable para todo aquel que quiera tomarse algo relajadamente en un lugar con mucho encanto.
Por la noche cenita en casa.
Al día siguiente fuimos a Tarifa, yo, con una ilusión especial, porque despues de muchos años, iba a subir a uno de los barcos que desde alli, te llevan a ver Delfines y demás cetaceos. Primero paseamos por las diminutas calles que forman el casco viejo de Tarifa, y comimos en una terraza muy agradable.
En el barco, disfruté como una enana, cada vez que aparecía algún delfín, o más bien algún Calderón comun, me volvía loka con la camara de fotos.

Casi cuando terminaba el recorrido, vimos dos cachalotes, que nos dijeron que son animales un poco antisociales, a si que, en cuanto sintieron la cercanía del barco, se fueron para las profundidades, me pillo un poco despistada, a si que, no me dio tiempo a hacer fotos. Fué una experiencia preciosa, además creo que tuvimos mucha suerte con lo de los cacahlotes, no es muy normal poder verlos.
De vuelta a Barbate, llegando a Zahara de los atunes, nos encontramos con el atardecer más bonito que creo que he visto en mi vida,hice fotos, pero aseguro que no sale ni la mitad de bonito que fué.



Al día siguiente, visitamos Cadiz, huyendo un poco del sol, ya que andabamos un poco quemados, que eso de no utilizar cremas, no es nada bueno.
Esa noche, nació en casa la cocina creativa,e hicimos unos esperiales con una salsa riquisima que inventamos con muy poquitos ingredientes.
El último día fué tranquilito, pasamos la mañana el Barbate, visitando su tradicional mercado, y después comiendo en un Bar probando una de las formas que alli tienen de cocinar el atún.
Despúes siestecita, que las vacaciones también cansan, y visita un poco más extensa a Vejer.

Ya iba siendo día de despedidas, a si que , al atardecer, una despedida inolvidable del mar.
El miercoles, recoger, y vuelta a casa. A mi no me sentó muy bien lo de saber, que la rutina me esperaba impaciente en la puerta de casa, a si que el viaje, fué un poco serio.
Y esta fué nuestra escapada, igual me he enrollado mucho, pero tenia ganas de contar lo bien que lo pasé, y lo mucho que me ayudaron estos días en Cadiz tan bien acompañada.
No quería terminar sin darle las gracias a Adolfo, por su paciencia, por sus ratos de escucha(aunque a veces parezca que no), por la compresión,por su cariño, por las risas, pos sus ideas en la cocina creativa,por su imaginación, y sus canciones tan bien entonadas que siempre me arrancan sonrisas y en definitiva, por ser tan especial.
Ayer la vuelta a la vida laboral no fué muy buena, y encima, me toco llevarme una multa a casa por no poner el ticket de aparcamiento, no fueron ni cinco minutos, pero el haber sido tan confiada, ahora me va a costar 42 €, que no me hace ninguna gracia pagar. Pero bueno, al fin es viernes de nuevo, a si que, tengo dos días más para alejarme de la vida laboral que tan poquito me gusta.