Quiero Volver

Viernes 4 de la tarde, mochilas cargadas de sueños y ganas, sonrisas locas por vivir, e ilusión, mucha ilusión...
Emprendimos nuestro viaje, algo más tarde de lo que queríamos, pero esa demora no fué un gran trastorno.
Cuando llegamos a lisboa, nos dímos cuenta de que no iba a ser facil el entendimiento con los portugueses, y la primera dificultad fue encontrar el albergue en el que nos pensabamos alojar.
Lo encontramos, un sitio muy bonito por cierto, en Oeiras, con vistas al mar y muy acogedor. Descubrimos un bar de ensueño, frente al mar, con hamacas y tan agradable, que ni el frio era inconveniente. Escuchaba las olas romper en la arena, y respiraba la paz y el sosiego que hacia días me venía haciendo falta.
Después, frente al mar, la guitarra, Oskar y yo, disfrutando de cada instante que estabamos viviendo.Alli estabamos, rozando la felicidad con la punta de los dedos.
A la mañana siguiente, tocaba descubrir Lisboa, una ciudad con un encanto increíble,calles pequeñas, travías y ropa llena de melancolía tendida en los balcones. Miradores de ensueño, un castillo de cuento que un hombre se encargaba de ambientar con su flauta, increible,no tengo palabras para describir aquellas sensaciones.

Por la tarde descubrimos Monsanto, que es un bosque enorme a las afueras de Lisboa. Un sitio con mucho encanto.
Y por la noche visita nocturna al barrio de Belem, con su torre a la orilla del mar.
El domingo nos topamos con el encanto de Sintra, un pueblo Maravilloso, su Castillo, su palacio, sus calles, todo! Conocimos a una chica encantadora, que nos ha invitado a volver.
Vimos el atardecer desde Cabo da Roca, ummmmm, que recuerdos, que paz, que libertad, que ganas de vivir y de luchar, mientras el mar iba transformando su color azul en naranja y rosa, estrellando su furia en aquellos acantilados. Disfrutamos mucho de este momento juntos.

Paseamos por Cascais y su Boca del infierno, e hicimos una visita obligada al exterior del casino de estoril y sus millones de luces que tiñen de glamour aquel pequeño pueblo.
Damas chinas y risas en nuestro albergue, con la ventana abierta, y como música el sonido del mar.

Y el día de despedida triste, como todas las despedidas. Perdidos por Lisboa nos topamos con los barrios más pobres, y así conocimos la ciudad en todos sus aspectos.
Después un último paseo por Belém, con sus correspondientes últimas fotografías y vuelta a Madrid. El viaje de vuelta siempre es mucho más triste, y más largo.
Pero nuestras mochilas llegaron llenas de buenos recuerdos, risas, y nuestras fotos que harán de esta escapada un viaje inolvidable.